sábado, 24 de mayo de 2008

Las configuraciones de la Experiencia.

¿Cómo se había enterado por primera vez de la caja de Lemarchand? No lo recordaba. Tal vez en un bar; en una zanja, de labios de un compañero de desgracias. En ese tiempo era solo un rumor… este sueño de un domo de placer, donde aquellos que habían agotado las delicias triviales de la condición humana podrían descubrir una nueva definición de gozo. ¿Y la ruta para llegar a ese paraíso? Había varias, le dijeron: mapas de la interfaz entre lo real y lo mas real todavía, dibujados por viajeros cuyos huesos se habían convertido en polvo hace mucho tiempo. Uno de esos mapas estaba guardado en las criptas del Vaticano, oculto, en forma de código, en una obra teológica que nadie leía desde la Reforma. Se comentaba que otro —que adoptaba la forma de un ejercicio de origami— había estado en posesión del Marqués de Sade, que lo había utilizado durante su encarcelamiento en la bastilla para hacer un trueque con un guardia, a cambio de las hojas de papel donde luego escribió “Los 120 días de Sodoma”. Otro había sido construido por un artesano —fabricante de pájaros cantores— llamado Lemarchand, con la forma de una cajita de música de diseño tan elaborado que un hombre podía juguetear con ella la mitad de su vida sin lograr abrirla jamás.

A ver si esta propuesta es capaz de estimular vuestra retorcida imaginación:

Clive Barker expande el concepto de llave-objeto, la convierte en llave metafísica que permite a los insatisfechos, a los obsesos o a los dementes sin sofisticación, torcer el mundo para que se ajuste a la forma de sus sueños, cruzar al otro lado del Cisma y acometer las enseñanzas de la Orden de la Incisión, satisfacer el anhelo de “hablar con el fantasma de algún antiguo amante que murió antes de que naciera el dios del amor” (tal como dicta la cita al comienzo del relato largo: El corazón condenado)…

Clive Barker insinúa la existencia de muchos otros objetos que no son sólo un mapa de ruta, sino la ruta misma: un trozo de soga transido de complicados nudos vetustos, una obra teológica codificada conservada en el Vaticano, un ejercicio de origami que perteneció a Sade, la propia caja de Lemarchand, y acaso existan otros enigmas como un crucigrama cuya solución abriese el cerrojo del jardín del paraíso, o un rompecabezas cuya culminación permitiese el acceso al País de las Maravillas.

Os conmino a que compongáis, oh comentaristas insignes, reseñas de acertijos para desquiciados que tuviesen efectos similares, hacia qué lugar conducirían, qué personajes convocarían…

2 comentarios:

pablo dijo...

Hola, mi nombre es pablo, estoy buscando imfo. sobre las cajas lemarchand,si conoces alguna pagina avisame, Estoy trabajando en una replica de la caja, aunque esta no se habre.

GriffinNest dijo...

¿Qué tal, Pablo?

Mira, en este enlace de Nación Rolera se puede descargar una versión para imprimir de la caja:

http://www.nacionrolera.org/viewtopic.php?f=5&t=1723

Espero que te sirva. Gracias por visitar el blog.