jueves, 11 de diciembre de 2008

El Pistolero.

La compañía de Arkansas habría de conquistar el vado con relativas pocas bajas, y sumarse algunos días después a las tropas del general Johnston en Betonville, donde resultaría vencido por el general Sherman apenas una semana después. Tras la capitulación de Lee, Johnston hacía lo propio en Durham a finales de Abril. Los despojos sudistas masticaban una amarga derrota de camino al hogar. Renford lo hacía con un tobillo que nunca terminó de sanar –el izquierdo- y en la frontera de Arkansas se separó con un fuerte abrazo del viejo Witacker, quien tenía la vista puesta en Nuevo México. William Búho Anunciador, si bien había sobrevivido a las heridas recibidas en su aventura en el cauce del Wake Forest, cayó en Betonville víctima de los cañonazos.

Albert Renford tenía la impresión de que el mundo se había quedado deshabitado. Un solo vistazo en los pueblos por los que pasaba permitía hacerse una idea de la espantosa cifra de bajas que aquella encarnizada guerra se había cobrado. Y aunque se lamentaba de todo corazón por todo el horror y el sufrimiento que aquel acontecimiento gigantesco había ocasionado, jamás consentiría en tildarlo de sinsentido, como algo que nunca hubiese debido pasar, llevado por el dramatismo o por la publicidad de la derrota padecida. Mientras que había luchado abrazando una causa voluntariamente, rendido a las ínfulas de la juventud, y había visto morir a buenos paisanos, a amigos de la infancia, jamás había cedido al desaliento de estar contribuyendo a un sinsentido. Y por supuesto que regresaba con la cabeza alta, y dispuesto a acallar las bocas de aquellos que osasen menospreciar todo ese valor que los vivos y los muertos habían derrochado.

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