lunes, 18 de febrero de 2008

¡Milagro!

Muchos fueron a ver el milagro. Lo del muerto que resucitó. Querían saber qué vendría contando, qué aguardaba en aquel lado.
Muchos fueron a ver el milagro. Lo del muerto que resucitó. Querían saber qué vendría contando, qué aguardaba en aquel lado. A la mayoría de los hombres la vida se les queda corta, o no le ven nada atractivo, como si fuese una película de un género que no gusta. El finado se encontraba en una cueva desde hacía varios días. Sin embargo, respondió a la llamada del nazareno.
-Milagro, milagro - un temor reverencial se apoderó de los presentes cuando la figura se irguió en el umbral de la tumba. Iba amortajado de pies a cabeza, la tela aparecía manchada de humores serosos, los de un cuerpo que marcha hacia la putrefaccion. Jesús mismo fue hacia él y lo ayudó a caminar. Lo sentó en una piedra y lo despojó de la mortaja, que quedó abandonada como una piel indescriptible. A esas alturas, ya había allí congregadas más de quinientas personas, pero sólo para unos pocos aquello constituía algo más que una anécdota. Porque, ¿el milagro está en volver a la vida o en volver siendo el mismo?

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